domingo, 23 de septiembre de 2012

Absurdas alegrías y rizadores de pelo

Hoy he visto llover; no recordaba la última vez, bueno, en realidad sí... fue hace cuatro días, pero fue en otra ciudad, en otro clima, y sobre todo, sin olor a tierra mojada...

Ese olor que, cuando invade mis fosas nasales, me obliga a sentirse absurdamente feliz, no bien, ni contento o alegre, absurdamente feliz, como si nada más ocurriese en el mundo, sabiendo que nada más me importa.

Es curioso, seguramente alguna conexión neuronal se halla derivado con la lluvia y este haciendo corto con alguna conexión aledaña...pero esta absurda placided provocada por algo tan nimio como un olor, me recuerda, irremediablemente a algo que hoy he leido...

Comer chocolate provoca que nuestro cerebro segregue opiáceos.

¿Provocará el olor a tierra mojada ese mismo efecto?

Qué pieza se desencaja en nuestra lógica, en nuestra razón, cuando miramos enbobados un paisaje de verdes praderas y olor a veranos pasados, qué engranaje se desenhebra cuando vemos reir a un niño, cuando hacemos nuestra esa felicidad que le embarga por cualquier pequeñez, por algo que nosotros ni sabemos ni podemos valorar...

¿Por qué si es tan fácil ser feliz nos empeñamos en complicarlo?

De puntillas atardece mejor

Por qué, si solo necesito perderme en la calma de esos ojinos marrones, en esa mirada de respajilón que es tan tuya, si me basta con esperar a que me robes los besos que yo no me atrevo a darte...

Por qué

Será porque somos humanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario