viernes, 28 de septiembre de 2012

SUEÑOS DE VIAJES IMPOSIBLES. Abriendo cervezas con mecheros


...entonces mi estomago decidió salir del letargo en el que llevaba casi veinticuatro horas, y un rugir de danzantes vísceras me recordó que era el momento de ingerir alimento en estado sólido.

Oteé el horizonte en busca del chiringo playa del que hablaba la chica rubia, pero no vi nada, así que me arme de valor y me decidí ir a preguntarle. Para mi desgracia, cuando llegué hasta ella estaba discutiendo en el lenguaje de la pe, si, seguro que lo conocen conposispitepe enpe repepepetirpi laspa sipilapabaspa conpo lapa pepe, con una amiga imaginaria que resultó ser la madre del hijo que nunca he tenido, casualidades de la vida, ya ven.

En cualquier caso y por no entrar en detalles de porque había allí un castillo flotante,  entre desvarios y discusiones, y tratando de interrumpirlas para preguntar en el idioma pe por un restaurante, conseguí entender algo como hamburguesa moruna, señor mayor que cocina y aerobus...


Aquella palabra me cautivo, aerobus, con nuevas ilusiones me puse a caminar por un acerado, que parecía estar estrenando y que hacía las veces de paseo marítimo, en busca de una parada de autobús, buscando en mi memoria algún recuerdo de algo que pudiera llamarse aerobus, levitación magnética, chasis superconductor, era posible...entonces lo vi...


Tarde poco, o nada, en comprender que mi imaginación era mucho menos glamurosa de lo que imaginaba, delante de mí tenía el cuerpo de un autobus, alado eso sí, y con un enrome ventilador en el culo. La pintura, al menos, era de un molón azul metalizado con ribetes plateados.

De perdidos al bus, me subí sin pagar billete pues no había revisor y una robótica voz anuncio el despegue y nos recordó que, debíamos cerrar las ventanillas, pues el vuelo atravesaría una borrasca de mosquitos y el repelente estaba prohibido a bordo, por suerte el aire acondicionado funcionaba.

El aerobus arrancó el ventilador y entonces me dí cuenta, estaba llegando a los límites de mi nuevo raciocinio basado en la lógica de lo absurdo, y yo que pensaba que dicha lógica era ilimitada. Aún hoy, no podría aseverar que aquel cacharro despegará, más bien diría que la tierra se hundió, huyendo despavorida del infernal ruido que generaba nuestro motor, y que esa huida dejo al aerobus suspendido en el aire.

Desconozco como fue el aterrizaje, a los diez minutos de estar en el aire cerré los ojos con intención, iluso de mí, de echar una cebezadita. Mi mente empezó a divagar repasando el encuentro con la rubia y la pequeña, a ese nombre respondía la imaginaria no madre de mi no hijo, pero el traqueteo de mi asiento martirizaba mi coxis y desistí de la siesta, en cualquier caso, era imposible dormir con ese infernal ruido... pero... ¿y el ruido?

En aquel momento me resulto incomprensible, ahora, también, al menos he aprendido a aceptar que, cuanto más crees comprender los mecanismos de algo más posibiliddes hay de ser sorprendido,  ¿Qué fue del aerobus? ¿Qué hacía delante de aquel mostrador? ¿Cómo había llegado allí? ¿Era aquél el famoso chiringo playa? No tengo respuestas a estas preguntas, lo único que saque en claro de todo aquel asunto es que, era un sitio peculiar, negocio familiar sin duda, la camarera que me tomo nota debía ser la nieta del abuelo que se atisbaba por la puerta de la cocina.

Estudié la carta, que estaba escrita en portugués, durante algo más de diez minutos, y al final me decidí por la única opción que había, hamburguesa moruna, sin cebolla ni coentro, eso sí. Llegados a este punto debo informaros, solamente aquel sabor merece un viaje, pues no probareis una hamburguesa igual en vuestra vida, y advertirles, por estos lares y en lo relativo a las patatas fritas, tienen tendencia a confundir el sabor del chorizo con el del ajo.

En cualquier caso, allí estaba yo, o eso creía, en los tiempos que corren hay que estar muy seguro de algo para asegurarlo, contemplando el mar de agua dulce mientras mis papilas gustativas amenazaban con llevarme al orgasmo, cuando... la antítesis del búho echa mujer... aquella rigidez pescuecil no me parecía compatible con la vida pero allí estaba... solicitó permiso para sentarse en mi mesa a ver por televisión una nueva entrega de opio para el pueblo.

Bolso y chancleta. (Con nevera al fondo)

Nunca sospeche que tan solo quería una silla para poder pedir una mesa para su zumito...

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